Estereotipando

Las femmes fatales

Destructiva pero fascinante; sensual pero dulce, determinada, pero sumisa. Estas son una de las cualidades que se les han otorgado a las mujeres que atraen a los hombres como la miel a las abejas. Y que en la literatura son conocidas como femmes fatales. En la columna de esta semana hablaremos de este estereotipo de mujer fascinante que, con su carácter y su forma de actuar, es capaz de enamorar y ‘engatusar’ a cualquier hombre. Aquella mujer que “ves una vez y se recuerda siempre” como comenta el autor cubano, R. del Valle.

El término femme fatal tuvo su origen en las últimas décadas del siglo XIX, más precisamente con el escritor G. B. Shaw y fue presentada como la mujer cargada de feminidad que se alimentaba vanidad y de hombres, lo que en aquella época implicaba que fuera parte del negocio de la prostitución, ya que eran las únicas que podían utilizar su sensualidad para mejorar el negocio. He aquí algunos de los tantos ejemplos que la literatura tiene para ofrecernos.

Una de las primeras femmes fatales, es Lulú, del autor Frank Wedekind. Es una hermosa joven a la que un hombre maduro, acaudalado e influyente, recoge de la calle y le permite iniciar un camino que la conduce por diversos ámbitos de la sociedad de su tiempo. Pablo Rodriguez Leirado describe a lulú como “una serpiente, es la eterna mujer que encanta, seduce y mata.” Pues a lo largo de la obra, Lulú va conquistando hombres que tienen como única finalidad el poseerla, y ella logra todas sus metas mediante su gran capacidad de seducción. Sin embargo, al ser una obra moralizante, el final no es tan dulce ni seductor. Pero eso no quita el placer que es encontrarse con un personaje como Lulú.

La femme fatal por excelencia en la literatura mexicana es Santa, de la novela de Federico Gamboa. Esta mujer inicia siendo una niña ingenua que cree en el amor verdadero y que se deja engañar por un soldado. Al pasar de la narración, cuando la echan de su casa, se ve entrometida en el negocio de la prostitución donde tiene que utilizar todos sus poderes de seducción para hacerse fama en aquel mundo. Y como buena femme fatal, lo logra. Engatusa a distintos hombres, consigue dos esposos y numerosos amantes que la aman por su belleza y su forma de actuar ante la vida. Pero, una vez más, podemos notar que las femmes fatales no se hicieron para alentar a las mujeres a ser sensuales e independientes, si no para persuadir a las mujeres de no volverse una de ellas. Santa, al igual que Lulú, termina con una muerte triste y llena de enfermedades, y cargando con el peso de una moral destruida.

Nuestro último ejemplo de femme fatal, es Naná, de Émile Zola. Esta mujer sensual pertenece, al igual que Santa y Lulú, al mundo de la prostitución. Esta mujer que logra suscitar el interés de todo hombre y le hace caer en sus redes y en sus encantos, consigue lo que desea de los hombres, y después los abandona, consiguiendo así una suerte de venganza, pues consigue que le consientan todos sus caprichos y los deja en bancarrota. El final de su vida, resulta típico de femme fatal, puesto que muere por una enfermedad grave y al igual que los otros dos ejemplos, abandona este mundo sin la belleza, ni fortuna que las caracterizaban en un principio.

Este estereotipo, a pesar de las muertes tan crudas y nada envidiables que sufren en la literatura, mientras son jóvenes y hermosas no dejan de ser irresistibles, astutas, dominantes y llenas de poder para conducir a los hombres débiles al desastre. Consiguen todo lo que se proponen. Y a pesar de sus trágicos finales son uno de los placeres de la literatura que se casan con su sensualidad y la aprovechan hasta que la vejez las separa.

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