Existe Querétaro

…(continuación)

Cuando sucede, se comienza a pensar qué se hará durante el recorrido aunque de un instante a otro, grandes personajes suben al camión para resolver esta cuestión. De entre los más destacables están los músicos, los payasos, cantantes y los hábiles vendedores, quienes con sus distinguibles cualidades fomentan distintos tipos de ambiente. Hay un violinista queretano que con su instrumento relaja a los pasajeros y un saxofonista que con su compañero anima a las personas. De tal manera, la música es una vía aceptable para distraerse en un largo recorrido en el camión.

No sólo los pasajeros ponen el ambiente, sino también los choferes. Gran parte de ellos apuestan por una opción más personal: una estación de radio o un CD, sin embargo no siempre causan agrado, ya que algunos pasajeros simplemente prefieren ponerse sus audífonos y cerrar los ojos. Cada conductor es diferente, se observa en la música que reproduce y en el carácter que muestra en diversas situaciones dentro del camión. Sin duda, una acción muy característica consiste en hacer que los pasajeros se recorran o se queden estancados en un determinado espacio o permitir el descenso por la parte delantera; una cierta imposición o indiferencia. En la mayoría de las ocasiones, la cantidad de transeúntes provoca el estrés del conductor y así los cambios de mando.

Cuando se está a punto de llegar al destino es mejor levantarse rápido para anticipar la parada. Claramente, ésto es recordado por muchos letreros puestos en diversas áreas del vehículo, con la finalidad de evitar repentinos frenones o en su defecto que no se detenga en el destino. No obstante, la facilidad con la que se dice no es la misma con la que se hace; la velocidad con la que se va, hace que te aferres a donde puedas para caminar por el pasillo del camión hacia la puerta. Otra situación, igual de difícil es bajar en el momento que abundan personas y más si llevas mochila o bolsas. Todo se complica por una cuestión u otra.

Al bajar salir del camión, se respira aire fresco, y se continúa con la rutina. Las travesías en él son diversas; nunca son las mismas, aunque muchas veces no le demos mucha importancia a esta parte del día es interesante contemplar los detalles, suelen alejar lo común y causan cierto lado divertido.

¿Te apetece un…?

¿Te apetece un…?

 

Las bebidas prehispánicas siguen con nosotros  a pesar de los intentos e innovaciones que ofrecen la globalización y las marcas comerciales; nada en el país, es más fácipoliciatamalerol y común que el encontrar al niño o al señor, en su bicicleta vendiendo atoles y tamales a las siete de la mañana, por las calles de nuestra ciudad. Los alimentos de nuestros antepasados están en cada esquina, al alcance de nuestro bolsillo; el tradicional atole es la salvación bebible para aquellos que tienen que madrugar y necesitan algo caliente y espeso que los reanime y conforte.

La palabra atole es de origen náhuatl, atolli, que significa bebida aguada. En el mundo antiguo, el atole era preparado con la sola masa de maíz; se ponía a hervir  la masa hasta que quedara espesa, se le agregaba como dulce cacao o miel de abeja. Con la llegada de los españoles, como es ya sabido, se vieron afectadas o transformadas varias costumbres y tradiciones que se tenían. La comida, evidentemente, fue uno de los casos. Con el tiempo el lugar de agregar cacao o miel de abeja a la poción, se le agregaría, piloncillo; el agua se sustituiría por leche; nacería, posteriormente el champurrado.

La forma de elaborar la bebida más común, y una de las más consumidas por los antiguos mexicanos, ha cambiado, como todo, su forma de elaboración. Lo que antes era masa, fue sustituido por harina/fécula de maíz; que tendrá que disolverse antes de ponerse a hervir; lo que antes eran la miel, el piloncillo, o el cacao para endulzar, ahora puede seleccionarse con anterioridad en la compra de el sobre de harina; las opciones son muchas, entre chocolate, guayaba, vainilla, coco, nuez, fresa, cajeta… etcétera; se puede hacer más de uno al instante. El tiempo de elaboración se reduce a minutos.  Todo es más compacto, más dulce, con más calorías y sin demasiada tradición en los hogares. Todo se ha hecho más sintético con las marcas que se disputan a los compradores, y bebedores, de atole casero.

El atole siempre ha sido bueno como compañía, así como también, al atole es bueno beberlo en compañía; ya sea con alguien o algo, esto no le quitará la sensación cálida que deja, incluso, puede llegar a perfeccionar el cuadro en el que se incluya.  En las mañanas, la pareja perfecta se encuentra solo al alcance de veinte pesos, como máximo. ¿Acaso es posible concebir al atole sin su tamal? La mayoría de las ocasiones, afortunadamente, no. En otras ocasiones, beber atole, sentado en el desayuno, rodeado con la familia, amigos, pareja, mascota o soledad, se puede llegar a acompañar con galletas o pan. Las sensaciones que se lleguen a experimentar en ambos cuadros, son muy diferentes.

La compañía de las personas mientras bebemos atole, siempre sacará historias o anécdotas que se guardan para compartir Atole-de-Guayabaa.jpgen momentos como ese. En alguna u otra ocasión, el atole no solo será un objeto en una interacción, sino que también será incluido como palabra, ¿quién no ha escuchado nunca el refrán dictado por los tíos o abuelas? Qué si dar el atole con el dedo, que el atole en la venas, que la milpa rancho y atole champurrado… etcétera.

 

En estos tiempos, yo acuñaría ‘Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas’

Juan, Daniel o el nombre de una idea.

Más que un deseo, para una mujer cuyo reloj biológico se encuentra en ¨óptimas condiciones”, el hecho de ser madre representa una necesidad; es por eso que pasará los nueve meses siguientes a la noticia, pintando, tejiendo, deseando y pensando en que todo esté dispuesto para la llegada del recién nacido. Una de las decisiones más difíciles que tendrá que tomar será la de elegir el nombre con el que llamará al amor de su vida, de la misma manera, que el artista, al parir una idea y convertirla en obra de arte se vuelve padre y su mayor preocupación a partir de entonces será nombrar su obra.

Así como existe entre los seres humanos una aparente necesidad de crear obras de arte o de criar nuevos hombres, existe también, un innegable deseo por nombrar. Nombrar con la pretensión de crear certezas y de conocer el mundo que le rodea; de delinear una taxonomía; de establecer la pertenencia de un objeto Se nomina para identificar algo o a alguien o para dotar a ese algo o alguien de identidad. Se nombran las cosas bajo alguno de estos criterios con el fin de abstraer y hacer conciencia de su existencia: se le llama “perro” al cuadrúpedo que saca la lengua cuando tiene calor y que mueve la cola cuando ve llegar a su dueño.

Ya lo enunciaba Platón en el Cratílo, cuando, en voz de Sócrates se discute acerca de las –obviadas hasta entonces– formas de convención del lenguaje, que nos señalan que, gracias a una convención social es que podemos asociar la palabra “perro” (chien, dog o skýlos) con aquel ser cuadrúpedo antes mencionado y distinguirlo de entre otros cuadrúpedos. Se concluye, entonces que llamar a un perro, cualquier perro, se decide de manera conjunta y es una cuestión casi irrefutable; sin embargo, aquel dueño, por el que el perro mueve la cola, establecerá una relación de pertenencia para con el mismo perro, dándole un nombre determinado.

La existencia del perro adquiere un carácter particular y único puesto que ha sido nombrado y se le ha otorgado junto con su nombre, pertenencia e identidad. El perro responderá a ese nombre –que fungirá como puente entre el perro y su dueño– de la misma manera en la que una obra artística corresponderá al nombre que el autor ha decidido darle. Un creador nominará a su idea con la finalidad de encasillarla, o no, dentro de un género o movimiento; la nombrará para facilitar la comprensión del espectador o con afán de establecer pertenencia: la nombrará para hacerla suya.

Un creador receloso, quizá, nominará su obra esperando ser reconocido y aclamado a través de ella; sin embargo, algún artista, dotado de las cualidades de una madre amorosa y anhelante, permitirá que sus manos tejan a la espera de su hijo. Decidirá llamarlo Juan en lugar de Daniel o de llamarlo “Fragmentos de un naufragio”, no con la esperanza de que su obra crezca, sea feliz y le dé nietos, sino con la finalidad de otorgarle una identidad. La madre y el artista cobijarán a su fruto entre sus brazos y como una caricia, le regalarán un nombre. Nombrar una obra de arte es prueba patente de la necesidad del humano por la identidad y la individualidad, conocer el nombre de las cosas resulta en la certeza de que esas “cosas” existen: “el que conoce los nombres, conoce también las cosas”, concluye Sócrates (435d).

 

Referencias.