Molcajete de letras

zaizar

Es sábado de Molcajete de letras, así que corre y se va con Juan Záizar.

Juan Zázar nacido en Tamazula, Jalisco, fue cantante y compositor de música popular mexicana,  gracias a un hermano el cual era sacerdote estudió en el seminario  Guadalupano, donde formo parte del coro junto a su hermano David. Después de tiempo ya en la capital él y su hermano tuvieron la oportunidad de cantar en la estación de radio XERH, siendo parte del trio Tamazula. Para tocar en la XEW crearon el cuarteto los Cantadores del bosque, en el que participaban Refugió Calderón y Daniel Terán. Para 1951 Juan y David lanzaron su primer disco como dueto “Los Hermanos Záizar”, el conjunto grabó sesenta discos.

Záizar regalo a la música mexicana algunas de sus más bellas canciones como: “Cielo rojo”, “Cruz de olvido”, “Un mar de penas”, “El pensamiento”, entre otras. Juan llegó al mundo de la actuación gracias a la recomendación de Jorge Negrete, participó en distintas películas junto a su hermano,  tal es el caso de “Los cuatro jinetes”  y “Sangre en la barranca”.

La mayor parte de su música fue interpretada por él y su hermano David, en el dueto los Hermanos Záizar, pero de igual manera varios artistas de la época entonaron sus canciones como;  Lola Beltrán, Chavela Vargas, Vicente Fernández, Cornelio Reina,  entre otros.  Los hermanos Juan y David Záizar recibieron el reconocimiento de hijos predilectos de Tamazula.

Es por eso que Juan se ha ganado el respeto y el agradecimiento del publico todos reconocemos la música y la letra de la fantástica canción «Cielo Rojo», incluso en la actualidad cantantes y agrupaciones han interpretado la inolvidable melodía tal es el caso de; Hello Seahorse, Luis Miguel,  Lila Downs.

LITERATURA:HISTORIA Y FILOSOFÍA

RECUERDOS EN EL PRESENTE INCIERTO

Iván Vargas Rosales

Escribí este libro para mí mismo, y ni de eso estoy muy seguro. Durante mucho tiempo sólo fueron páginas sueltas que releía y tal vez corregía convencido de que no tenía tiempo. ¿Pero tiempo para qué? Era incapaz de explicarlo con precisión.
Roberto Bolaño.

Los días pasan como los pensamientos, habíamos salvado la mayor parte del tiempo en la Universidad, desde la orilla del barandal a casi cuatro metros de altura se puede distinguir perfectamente a las parejas que hierven en calor por el deseoso e intangible aroma del amor, ese comportamiento tan cuidadoso que a nadie engaña, y entonces contemplaba las construcciones de los nuevos edificios que van elevándose por encima de lo que hace unos años fueron cerros, bebía café en un vaso cenizo y viejo, fumaba tabaco y tarareaba una balada inculta, así, pensaba al mismo tiempo en la vestimenta que Narda portaría esa tarde, sí, esa tarde, y me fui más allá de los límites permitidos; ella, yo y mi habitación, como las noches en la zona serrana donde ya sin luz eléctrica se escuchaba hasta el mínimo sonido de nuestras palabras y el aleteo de las luciérnagas que sobrevolaban el patio, entre Narda y el «no recuerdo» hay una distancia de aroma y sudor, en esas madrugadas fuimos testigos de distintos acontecimientos sin explicar y que aún no se han esclarecido; el enamoramiento de dos jóvenes que imaginaban, pensaban, soñaban y deseaban distintas cosas, sin embargo no fuimos ajenos a ello y nos sentamos cómodamente para ser testigos oculares de aquella función nocturna, que difícilmente en la urbe puede suceder, y que ni la TV, ni ninguna película ofrece a los ciudadanos como lo que en ese instante íbamos a presenciar, en primera instancia una señorita de porte fino, exquisito y delicado aparece a la orilla de un río casi seco, se recuesta a contemplar el hermoso frente de las grandes montañas y el choque de las nubes en ellas, entonces un joven con rasgos campesinos se acerca quietamente sin hacer ruido, él llevaba más de diez minutos observándola, corta un par de flores silvestres, la chica voltea porque escucha el crujir de las hiervas secas por los pasos del joven, se pone nerviosa, él la saluda y se presenta, ella lo invita a sentarse a su lado, ambos contemplan el mismo cuadro, él le obsequia un beso en la mejilla, ella no sabe que decir, se despiden, pero antes de todo fijan una cita a media noche en el lugar indicado, en penumbras ya por la noche él llega, espera, ella finalmente aparece, su manera de caminar es elegante, ambos comentan en la habitación de la noche estrellada distintos temas comenzando en la teología hasta concluir en la revolución mexicana; él en los ojos de ella notó su futuro incierto, en sus labios halló el sabor de sus locuras y en su sexo el inicio de una nueva y peculiar historia, en aquel momento todo se comenzó a paralizar y a dispar, él y ella fueron desvaneciéndose entre la neblina de aquella madrugada, el frío comenzó a pegar hasta entumir nuestros dedos, el suave y helado rocío me hicieron parpadear, comprendí en dicho intervalo que era necesario despertar: sólo estaba la colilla del cigarro, el vaso ya sin café, el celular vibró: era Narda que me esperaba en el estacionamiento para ir al lugar indicado; el vestido que llevaba puesto, sus ojos, su cabello y todo lo que es ella hicieron que anclara en su mar sin sal…